Nos comportamos como unos incomprendidos, cuando el mundo se
pone patas arriba, cuando la felicidad pertenece al vecino y no a nosotros. Pero
nosotros también somos vecinos, y a la felicidad la tenemos delante, convertida
en sonrisa, gesto, y hasta mirada.
Una mirada café, tan exquisita como tentadora, tan dulce que
hasta el azúcar se esconde a su lado, y tan retorcida que hasta el mismísimo demonio
no sabe dónde meterse cuando lo tiene delante. Sí, te estoy hablando de él , de
él y sus mil y una miradas, tan sinceras y embusteras que provocan pánico. El pánico
que siento yo, cuando me doy cuenta de
que soy caperucita metida en la boca del lobo, y lo único que se me ocurre
decir es: -Más lobos.
Y es que tanta felicidad junta no puede ser nada bueno, ni
sano.
LOVELY.
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